Tengo un amigo que vive en el campo, se llama Zenón (todavía queda, en el interior del país, gente que se llama así). Es un tipo simpático e inteligente, aunque a veces no sabe muy bien qué hacer con su inteligencia.
El pasado fin de año, cerca de las 12, cuando la gente ya estaba destapando la sidra y tirando cuetes, Zenón me llamó para saludar. Inexplicablemente, su llamada desde Cerro Largo logró sortear el laberinto de saludos que anualmente satura la modesta capacidad de la telefonía celular nacional. No se oía del todo bien, y además había tal ruido por el festejo en mi casa que tenía que hablar a los gritos.
- No destapes nada, guardá los cuetes - me dijo. - No hay nada que festejar.
- ¿Qué querés decir? ¿Pasó algo? - Le pregunté.
- El año nuevo no puede llegar - sentenció con serenidad.
- ¿Cómo?
- Nunca vamos a llegar a 2009 - insistió.
- No te entiendo.
- Te explico - comenzó, paciente y didáctico. - Suponete que estamos en el último segundo del año. Imaginate que el tiempo fuera una línea recta, desde A a B, donde A es la hora 11:59:59 y B es la hora 12:00:00. Ahora imaginate que entre A y B hay un punto C, que es la hora 11:59:59,5. El problema es que, para llegar de A a B, hay que pasar primero por ese punto C. La cosa se complica cuando te das cuenta de que para llegar de A a C hay que pasar por un punto intermedio D (suponete, la hora 11:59:59,25), y para llegar de A a D siempre vas a tener que pasar por un punto intermedio E, y así sucesivamente. Entre dos puntos cualesquiera del espacio siempre hay un punto que debe superarse y que es, en realidad, infinitos puntos. El año nuevo nunca puede llegar, porque para hacerlo deberíamos recorrer infinitos puntos en la línea del tiempo. ¿Entendés?
- Andá a cagar - le contesté, mientras esquivaba apenas un tapón de medio y medio que pasó volando a mi lado y reventó contra la pared, detrás de mi. - ¿Para eso me llamaste, pelotudo? Para empezar, estás confundiendo dos nociones de infinito: que algo sea infinitamente divisible no significa que su extensión sea infinita. Otra cosa: con tu mismo argumento se podría decir que es imposible estar en un punto exacto, lo que sería una demostración de la imposibilidad de la quietud. Además, tu argumento no es tal, sino que es una petición de principio: me estás diciendo es que si enlentecemos progresivamente, de manera asintótica, el tiempo, nunca llegaremos a un punto determinado; es decir, me estás pidiendo que acepte en principio lo que querés demostrar. Otra cosa: no te olvides de que la representación del tiempo y el espacio como líneas o puntos es una abstracción, es en el fondo una colección de conceptos y símbolos para operar con esos conceptos, pero no es el universo mismo. No podés confundir las propiedades del universo con las propiedades de tus conceptos. Y para terminar, por si no te diste cuenta, mientras hablamos el año nuevo ya llegó, ya estamos en el 2009, y esa es la mejor refutación que se puede dar a las excrecencias de tu ocio. Y ahora dejame de joder.
- Mirá que sos gil - me dijo mientras la comunicación comenzaba a cortarse. - El año nuevo nunca llegó. La gente podrá estar festejando, chupando cerveza y eso, pero eso no es un argumento. Podremos ver cómo avanzan las agujas del reloj y marcan las 12, pero eso tampoco demuestra nada. El tiempo no pasa, muchacho. No hay tal cosa. El tiempo es una ilusión por la que transcurrimos. Es nuestra conciencia la que, engañada, recorre la eternidad como si hubiera pasado, presente y futuro.
- Eso no explica nada y además no tiene mucho que ver con lo que me dijiste antes - le dije, mientras mi sobrina se me colgaba del cuello. - O si, pero en todo caso, abre más problemas de los que cierra. ¿Qué tomaste? Tenés la lengua medio enredada.
- No mucho - me contestó. Empezamos con un clericó pero hacía mucho calor y lo terminamos rápido. Después nos pusimos a hacer caipiriña, pero como demorábamos con los limones y eso me tomé un par de whiskys. Después nos tomamos la caipiriña, rapidito para que no se calentara, y empezamos con la cerveza. Ahora paramos un poco, para abrir unas botellitas de champán.
- ¿Champán? - Le pregunté. - ¿Para qué?
- ¿Y pa' qué va a ser? ¡Pa' festejar el año nuevo! - me dijo.
- Ahí tenés, gil - le dije, y corté.
Las explosiones y los gritos arreciaban. Vacié de un trago mi copa de medio y medio, y le pedí a mi tío que me sirviera otra. Mi tío se acercó y me dijo, entre compungido y divertido:
- Qué cagada, loco. Destapé el medio y medio y le pegué al reloj de pared de tu vieja. Me parece que lo rompí.
Me di vuelta y miré el reloj. Efectivamente, el tapón del medio y medio lo había roto. Se había detenido en algún punto, o en ninguno, entre las 11:59 y las 12.
El pasado fin de año, cerca de las 12, cuando la gente ya estaba destapando la sidra y tirando cuetes, Zenón me llamó para saludar. Inexplicablemente, su llamada desde Cerro Largo logró sortear el laberinto de saludos que anualmente satura la modesta capacidad de la telefonía celular nacional. No se oía del todo bien, y además había tal ruido por el festejo en mi casa que tenía que hablar a los gritos.
- No destapes nada, guardá los cuetes - me dijo. - No hay nada que festejar.
- ¿Qué querés decir? ¿Pasó algo? - Le pregunté.
- El año nuevo no puede llegar - sentenció con serenidad.
- ¿Cómo?
- Nunca vamos a llegar a 2009 - insistió.
- No te entiendo.
- Te explico - comenzó, paciente y didáctico. - Suponete que estamos en el último segundo del año. Imaginate que el tiempo fuera una línea recta, desde A a B, donde A es la hora 11:59:59 y B es la hora 12:00:00. Ahora imaginate que entre A y B hay un punto C, que es la hora 11:59:59,5. El problema es que, para llegar de A a B, hay que pasar primero por ese punto C. La cosa se complica cuando te das cuenta de que para llegar de A a C hay que pasar por un punto intermedio D (suponete, la hora 11:59:59,25), y para llegar de A a D siempre vas a tener que pasar por un punto intermedio E, y así sucesivamente. Entre dos puntos cualesquiera del espacio siempre hay un punto que debe superarse y que es, en realidad, infinitos puntos. El año nuevo nunca puede llegar, porque para hacerlo deberíamos recorrer infinitos puntos en la línea del tiempo. ¿Entendés?
- Andá a cagar - le contesté, mientras esquivaba apenas un tapón de medio y medio que pasó volando a mi lado y reventó contra la pared, detrás de mi. - ¿Para eso me llamaste, pelotudo? Para empezar, estás confundiendo dos nociones de infinito: que algo sea infinitamente divisible no significa que su extensión sea infinita. Otra cosa: con tu mismo argumento se podría decir que es imposible estar en un punto exacto, lo que sería una demostración de la imposibilidad de la quietud. Además, tu argumento no es tal, sino que es una petición de principio: me estás diciendo es que si enlentecemos progresivamente, de manera asintótica, el tiempo, nunca llegaremos a un punto determinado; es decir, me estás pidiendo que acepte en principio lo que querés demostrar. Otra cosa: no te olvides de que la representación del tiempo y el espacio como líneas o puntos es una abstracción, es en el fondo una colección de conceptos y símbolos para operar con esos conceptos, pero no es el universo mismo. No podés confundir las propiedades del universo con las propiedades de tus conceptos. Y para terminar, por si no te diste cuenta, mientras hablamos el año nuevo ya llegó, ya estamos en el 2009, y esa es la mejor refutación que se puede dar a las excrecencias de tu ocio. Y ahora dejame de joder.
- Mirá que sos gil - me dijo mientras la comunicación comenzaba a cortarse. - El año nuevo nunca llegó. La gente podrá estar festejando, chupando cerveza y eso, pero eso no es un argumento. Podremos ver cómo avanzan las agujas del reloj y marcan las 12, pero eso tampoco demuestra nada. El tiempo no pasa, muchacho. No hay tal cosa. El tiempo es una ilusión por la que transcurrimos. Es nuestra conciencia la que, engañada, recorre la eternidad como si hubiera pasado, presente y futuro.
- Eso no explica nada y además no tiene mucho que ver con lo que me dijiste antes - le dije, mientras mi sobrina se me colgaba del cuello. - O si, pero en todo caso, abre más problemas de los que cierra. ¿Qué tomaste? Tenés la lengua medio enredada.
- No mucho - me contestó. Empezamos con un clericó pero hacía mucho calor y lo terminamos rápido. Después nos pusimos a hacer caipiriña, pero como demorábamos con los limones y eso me tomé un par de whiskys. Después nos tomamos la caipiriña, rapidito para que no se calentara, y empezamos con la cerveza. Ahora paramos un poco, para abrir unas botellitas de champán.
- ¿Champán? - Le pregunté. - ¿Para qué?
- ¿Y pa' qué va a ser? ¡Pa' festejar el año nuevo! - me dijo.
- Ahí tenés, gil - le dije, y corté.
Las explosiones y los gritos arreciaban. Vacié de un trago mi copa de medio y medio, y le pedí a mi tío que me sirviera otra. Mi tío se acercó y me dijo, entre compungido y divertido:
- Qué cagada, loco. Destapé el medio y medio y le pegué al reloj de pared de tu vieja. Me parece que lo rompí.
Me di vuelta y miré el reloj. Efectivamente, el tapón del medio y medio lo había roto. Se había detenido en algún punto, o en ninguno, entre las 11:59 y las 12.