31 oct. 2009

Traiciones cotidianas


1.

Es lunes. Acabás de salir de la ducha y te vas a afeitar. Cuando termines, vas a estar insoportablemente cómodo, y además, guapo. Agarrás la espuma para afeitar, el aftershave, y abrís el botiquín donde debería estar tu máquina de afeitar. Pero no está. Sólo dudás un segundo. Volvés a la ducha, abrís la cortina, y ahí está. Pegajosa de jabón y medio desafilada.


2.

Te cuidás. Salís a correr muy temprano. Comés bien: muchas ensaladas, pocas grasas, frutas, nada de cocacola. Andás volando. Un día cualquiera, un martes, llegás a tu casa. Comés un yogurt con cereales, y alguna otra cosita. Ella saca el postre: un pastel de chocolate y crema.


3.

Trabajás trabajás trabajás. Es miércoles. Llegás a tu casa con ganas de tirarte un rato en el sofá y estar tranquilo. Ese momento lo justifica todo. Pero suena el teléfono: "Che, vamos para allá con fulano, mengano y zutano (risas en el fondo). ¿Podés comprar algo de tomar?"


4.

Fiesta en la casa, es jueves. Estás conversando muy a gusto con tus amigos, tomando algo rico. La música es buena. De pronto, te acometen muchas ganas de escuchar un disco en particular. Lo buscás por ahí arriba y no está. Lo buscás más en profundidad, entre los CDs desparramados y los ordenados, y no está. Te rascás la cabeza. Ella te pregunta: "Qué buscás?" y respondés: "El CD tal y tal. ¿Lo viste?"; "Uy, creo que se lo presté a N., que lo necesitaba para una coreografía".


5.

Casi nunca llegás temprano al trabajo, pero te gusta levantarte temprano para correr. Hoy es viernes, y a las 6.00 suena el despertador, pero ella lo agarra primero. Lo apaga, y no te dice nada. Te despertaste, pero estás ahí, tan abrigado en la cama. Ella te abraza.

29 oct. 2009

kimono

los robots no tienen alma
las geishas sí
quisiera ser una geisha-robot
que sueña ser una geisha
desplazarse en silencio sobre las maderas enceradas
mirar la luz de la luna sobre la arena del jardín
tener un kimono nuevo y un kimono de fiesta
y una cajita con pinceles
escaparse de noche hasta tu cuarto de geisha
y entrar a tu cama como un fantasma
pero las geishas no están en casa
las geishas no tienen alma
los robots sí







25 oct. 2009

saldo provisorio

pasó la primera vuelta de las elecciones. estos últimos días la ciudad fue una fiesta, de banderas, autos, gente. en uruguay los frentistas festejamos/festejan de antemano. hay mucha sed de festejo. es una forma de hacer justicia, de alegrar unas calles que 10 meses al año cultivan con dedicación el pesimismo. los uruguayos sólo nos permitimos estos pocos días de efervescencia. también quienes, a la distancia, sólo podemos ver desde lejos las multitudes, los colores, la luz. yo también decidí suspender el ejercicio de la distancia, aceptar la emoción, creer. cada cinco años, la utopía existe. no sólo se renueva la esperanza, se vive en ella.

es normal, es lógico, y hasta deseable que ese entusiasmo haga perder la perspectiva. por eso sólo puede durar poco. es lógico que la gente haya creído que ganábamos en primera vuelta, aunque ninguna encuesta diera eso. es lógico que la carga afectiva sobrepase el realismo amargo que en el que somos expertos los otros 350 días.

se perdió el plebiscito contra la impunidad. no hay nada que llorar ahí. las lágrimas llegarían 20 años tarde.

no ganamos en primera vuelta, pero sacamos cerca del 48% de los votos. el partido nacional sacó el 28, y el colorado, el 18. la victoria en la segunda vuelta es prácticamente un hecho. en otras circunstancias, esto debía haberse interpretado como una victoria avasallante, un festejo obligatorio.

sin embargo, las decenas de miles de personas que estaban en la calle, esperando para dar rienda suelta a la alegría - alegría que, en otros lares, puede ser incomprensible porque se trata de continuidad, de un segundo gobierno del mismo partido - se vinieron abajo. se acongojaron y dejaron caer las banderas. no ayudó, por supuesto, el discurso improvisado, sacudido, de un Mujica que no supo asimilar esto que es, en realidad, una victoria diferida. no ayudó tampoco la derrota de la papeleta rosada, y saber que los milicos de mierda que andan sueltos, que son muchos y sus nombres son difusos, van a seguir sueltos. no ayudó que el otro plebiscito, el que nos iba a permitir votar a los emigrados, fuera derrotado, por desinformación, por desidia, por desconfianza o resentimiento.

pero sobre todo, creo que el entusiasmo siempre llama al entusiasmo, que la alegría sólo puede alimentarse de más alegría, y que la necesidad de mantener este fervor sólo podía satisfacerse con una versión exponencial de la victoria. y bueno, esas victorias se dan muy pocas veces. más, en democracia.

ahora el zorro habla de frustración. pregunta que dónde está toda esa energía, a dónde se fue. es eso, la frustración es la forma que ahora adopta esa energía. es la otra cara, dura pero necesaria, igual que en el fútbol. elegimos ser nobles, aunque por poco tiempo, y el que es noble, sufre.

espero que dure poco, este sufrimiento. tal vez la segunda vuelta construya nuevamente el entusiasmo.

no se perdió más. Mujica va a ser nuestro próximo presidente, nos pedirá que festejemos. después vendrá la hora de asombrarnos, de entusiasmarnos, de enojarnos, de putear y tal vez temer. habremos de vivir - incluso los que estamos lejos - como vivimos siempre: discutiendo, peleándonos, haciendo chistes, trabajando. la gente pasará frío en invierno, habrá pobres que sigan siendo pobres, pero tal vez en 2014 sean menos.

yo me pelearé con mis abuelos: defendiendo al gobierno frente a uno y atacándolo frente al otro. uno de mis abuelos seguirá defendiendo a rajatabla los aciertos de un gobierno que hubiera juzgado como errores en los anteriores. el otro, incapaz de dar el brazo a torcer, seguirá diciendo que su negocio marcha mal, y que en todos lados se cuecen habas. mi padre intentará convencerme de que la democracia es un error, y de que él debería ser quien condujera el despotismo ilustrado que nos conducirá al horizonte luminoso de la Justicia. el cuidacoches de mi cuadra, Alberto, me seguirá diciendo que el FA no está haciendo las cosas del todo mal, pero tampoco del todo bien. y me seguirá diciendo que como Peñarol no hay otro, aunque Peñarol no gane un campeonato hace años. Alberto seguirá viendo la política como siempre, como hay que verla: a partir de la plata que tenés en el bolsillo, pero sin olvidar que tu bolsillo no es el único. Alberto nunca quiso aceptar el Plan de Emergencia. nunca quiso que le dieran plata por no trabajar; sigue trabajando de cuidacoches. supongo que seguirá trabajando de cuidacoches por mucho tiempo, aunque espero que pueda terminar su casa y cambiar la bici por una moto. o por un autito usado.

esa es la medida de la utopía en Uruguay, que Alberto se compre un auto y que su ingreso no dependa de dádivas. que mi abuelo diga que el negocio va como nunca. que mi otro abuelo diga que los blancos tienen algunas buenas ideas.

muchísima gente seguirá viviendo esa media vida imposible que viven en uruguay. la película whisky no exagera un ápice. uno de los directores se mató.

mis sobrinas van a crecer sabiendo que la política importa, que es una oportunidad, entre otras, de mostrar algo bueno en nosotros. una oportunidad para hacernos nobles, para amar sin odiar.

muchas esquinas seguirán tristemente iguales a sí mismas, anónimas, no demasiado sucias, tejiendo sombras mal abrigadas.

periódicamente se renovará el ciclo del cielo.

playas que conozco seguirán intocadas, espero que por mucho tiempo.





16 oct. 2009

oh, baby




Interesante video. La mamá se distrae y deja caer el carrito a las vías del metro, justo antes de que el tren llegue y arrolle al bebé. El bebé se salva con heridas menores.

Me interesan las reacciones de la gente. Mírenlo varias veces.

Momento del accidente: huída. Las dos mujeres se acercan a las vías, pero cuando el tren arrolla al carrito, retroceden. Parece ser un retroceso en dos tiempos: el primero es instintivo, alejarse del lugar del accidente; el segundo es social, alejarse del horror. En el primer momento de alejarse las mujeres miran hacia las vías, y en el segundo momento dan vuelta la cabeza. Primero se protege el organismo, (uno se aljea mirando el peligro). Luego se protege la integridad psíquica (no presenciar el desastre). En los dos hombres, que están más lejos, la reacción es mucho menos marcada y es más difícil detectar estos dos tiempos. Pero de todas formas hay una respuesta de huida.

Construcción de la solidaridad. Luego del accidente, ¿cómo se pasa de la huída a la ayuda? Una mujer, la que está más lejos, no vuelve a aparecer. No encara. Entre los otros protagonistas se da una danza interactiva interesante. Los dos hombres quedan paralizados. La mujer que queda en el andén, con la mochila, hace un primer movimiento de ir hacia el frente. Entonces uno de los hombres la ve, y avanza a su vez. El otro hombre lo sigue. La mujer de la mochila, duda, se detiene y se da vuelta. Como ve que los hombres avanzan (lo hacen porque ella inició el movimiento, aunque ella no lo sepa), se quita las dudas y continúa avanzando.

Es hermoso porque los cobardes se hacen valientes al creer que otros son más valientes que ellos.

Sin embargo la mujer de la mochila tampoco quiere ver la desgracia. Para no avanzar, se da vuelta y busca avisar a alguien lo que pasó.

12 oct. 2009

tres taxis

I

Tomamos un taxi con M. y N. para ir a una obra de teatro a la Casa del Lago, Bosque de Chapultepec. Anochece. Es sábado y el tránsito arrecia. El taxista no sabe cómo llegar, así que no me puedo repantigar a conversar con los chicos. Tenemos que tomar nosotros las decisiones sobre cómo ir, y por supuesto, parece que siempre tomamos las peores, por donde hay más tráfico. Eso te disminuye frente a un taxista, aunque él mismo no sepa nada. Llevamos algo de retraso. La música de la radio es horrible, romántica, pero por suerte no está muy fuerte. Es un CD. Hacemos comentarios al respecto. Yo tarareo las canciones burlonamente. Llegamos al Bosque de Chapultepec y el taxista busca una entrada, pero está bloqueada por obras. Busca otra entrada y está cerrada. Demoramos, y ya estamos llegando tarde. Entra por el lado del museo del Papalote, y el Bosque está oscuro y solitario. En un momento determinado se detiene. Señala una lomita y una fuente del otro lado y dice: allá es la Casa del Lago. Miro un cartel y dice “CASA DEL LAGO”. Pagamos y nos bajamos en el medio de la noche. Subimos la lomita, pero la Casa, con su fuente, está muy lejos. Hay que rodear, justamente, un enorme lago sombrío. Damos la vuelta mientras conversamos, por un camino pobremente iluminado. Llegamos a un lugar que se llama Restaurant Casa del Lago, que no es la casa de teatro que buscamos. Nos dicen los del Valet Parking que la Casa está lejos, que hay que atravesar todo el Bosque. Desistimos, ya se hizo tarde. No tenemos cómo salir de ese lugar inhóspito. Preguntamos a los choferes si se puede pedir un taxi. Se ofrecen a llevarnos a los tres en una camioneta como para 12 japoneses. Aceptamos, y no nos cobran caro. Nos dejan en la Condesa.


II

Creyéndome distraído, y mientras me ofrece una de las galletitas que va comiendo, el taxista me quiere poner una tarifa el doble de cara que lo normal. Se lo hago notar y reacciona: entre enojado y justificándose. Me echa mil mentiras sobre el taxi, sobre cuánto va a terminar costando el viaje. Me dice que son sólo tres pesos más de bajada de bandera. Le explico que, por cómo van subiendo las fichas, cada una le agrega 20 centavos más que la tarifa normal, así que terminaría pagando el doble de lo que pago siempre. Que se olvide. Que ponga la tarifa normal. Ante el argumento matemático, apaga el taxímetro, ofuscado, y dice que cuánto le quiero pagar. Le digo que le voy a pagar lo que pago siempre, que es lo que me tiene que cobrar, y que si no le gusta, me bajo. El volumen de la conversación sube. Le digo que cómo se le ocurre ponerme a mí en la situación de decidir cuánto le pago, que me cobre lo justo, ni más ni menos, porque no pienso pagarle más. Siempre rezongando, siempre justificándose, acepta. Que no me baje, que a él le conviene igual. Pero que si el viaje demora mucho, que si lo dejo muy lejos, todo se complica. Le respondo, sobrado, que se quede tranquilo, que en media hora llegamos. Creo que me quiere matar, pero en su lugar alega que todavía está pagando el auto, que un día voy a entender. Le digo que entiendo perfectamente: todo el mundo me cobra una tarifa, y él me quiere cobrar otra. El resentimiento es ya casi otro adornito colgando del espejo. El resto del viaje transcurre en silencio. Le pago, no me da las gracias, y me bajo sin decir adiós. Un tipo está esperando para subir. Lo miro, pienso que podría advertirle, pero no le digo nada.


III

Un taxi a las 3 de la mañana, tomado en la calle, con M. y G. El chofer va impecable, con una camisa blanquísima y una corbata. Pelo cortado perfecto. Maneras y movimientos demasiado suaves: la impostura de una nobleza dulzona, artificial, con la exageración propia de quien la ha aprendido tarde. Preguntamos cuánto nos va a cobrar, y responde que lo que marque el taxímetro. Perfecto, pienso, porque a esa hora ese trato es casi imposible. Veloces, surcamos las avenidas casi desiertas, hacia el Sur. Vamos conversando y riéndonos. Dejamos a G. en su casa de Coyoacán y seguimos hasta la nuestra. Cuando paramos, el taxi marca 50 pesos. Saco 100 y se los doy. “Le cobro 60, ¿le parece?”, me dice el rufián. “¿Cómo 60, si marca 50?”, le respondo/pregunto. “Bueno, es que a esta hora nadie le va a cobrar eso”; “Si, pero usted me dijo que iba a ser lo que marcara el taxímetro”; “Si”, continúa, con una lógica implacable, “pero a esta hora nadie le va a cobrar eso”. Para no perder el estilo de la argumentación, agrego: “Pero usted me dijo que iba a cobrar lo que marcara” y prosigo, ya enojado: “¿Cómo puede decirme una cosa y después decirme otra? Le juro que no puedo entenderlo". La conversación prosigue así, con argumentos clonados, en el polo opuesto del diálogo socrático. Me pongo didáctico, moralista: "Es como si usted fuera a la feria, y en el cartel dice que los tomates están a 10 pesos, y usted los compra, y la señora le dice 'son 20 pesos'”. Por toda respuesta: me dice “Lo dejamos en 55”. Ya esperando a Godot , contesto “Pero no, señor, es que no entiende: usted me dijo otra cosa, es un contrato, no puede faltar a su palabra.” Interviene M. también: “Si usted nos hubiera dicho de entrada igual 70 pesos, se los pagábamos, pero nos dijo otra cosa ¿Por qué miente?”.

Al final pagamos los 55 y nos fuimos sin saludar. Me ganaron cinco pesos, pero tengo este posteo.




confesión - checklist - gracias thom

Fitter si, happier si, more productive no,
comfortable maso,
not drinking too much si,
regular exercise at the gym si
(3 days a week) si,
getting on better with your associate employee contemporaries no,
at ease si,
eating well mmmmm no
(no more microwave dinners and saturated fats) si,
a patient better driver no tengo auto,
a safer car no tengo auto
(baby smiling in back seat) no tengo bebé,
sleeping well nunca
(no bad dreams) ni buenos tampoco,
no paranoia maso - un lexotán y medio en la mochila hace meses,
careful to all animals si
(never washing spiders down the plughole) no,
keep in contact with old friends no
(enjoy a drink now and then) no,
will frequently check credit at
(moral) bank (hole in the wall) no,
favors for favors no - el mismo idiota de siempre,
fond but not in love no - el mismo idiota de siempre,
charity standing orders no,
on Sundays ring road supermarket no
(no killing moths or putting boiling water on the ants) no,
car wash no tengo auto
(also on Sundays) no,
no longer afraid of the dark or midday shadows no
nothing so ridiculously teenage and desperate si - teenage is OK,
nothing so childish - at a better pace si,
slower and more calculated no - bastante torpe aún,
no chance of escape no se - vos decime,
now self-employed nunca,
concerned (but powerless) si,
an empowered and informed member of society si
(pragmatism not idealism) depende,
will not cry in public por qué no?,
less chance of illness ojalá,
tires that grip in the wet no tengo auto
(shot of baby strapped in back seat) ya,
a good memory no tu burles,
still cries at a good film siiiiiiiii,
still kisses with saliva toda,
no longer empty and frantic no

like a cat
tied to a stick,
that's driven into
frozen winter shit
(the ability to laugh at weakness),
calm,
fitter,
healthier and more productive
a pig
in a cage
on antibiotics.

7 oct. 2009

ajuste de cuentas

- ¡Cobarde! - escupió ella. - Fuiste incapaz de defender mi honor con tu espada.
- Déjame repararlo - imploró él. Desenvainó y la asesinó.

5 oct. 2009

¡Esos locos, locos objetos!

De las cositas que hay en mi casa, estas son las más perturbadoras:

1. OBJETOS SUICIDAS
Ciertos objetos intentan arrojarse sistemáticamente al vacío, sin importar dónde están. Parece que, mientras uno no los ve, se movieran subrepticiamente hacia el borde de la superficie que los sostiene. Luego, nuestro más mínimo movimiento los justifica. Saltan. Paf. A veces los agarro, otras no. Yo no sé si lo hacen por diversión o por depresión. Los parlantecitos del home theater seguramente es por joder, nomás. Son cinco o seis. Todo el tiempo se están tirando. Las cremas y los lápices de labios del botiquín puede que estén deprimidos por tanto encierro. En todo caso, nunca saltan solos. Particularmente insufrible es el grupito de objetos que tengo arriba de la heladera (los estoy viendo ahora).

2. CDs ESCAPISTAS
Decenas. Están por todas partes. No hay forma de mantenerlos en sus cajas o sobres. Muchos deambulan por la casa pero otros desaparecieron para siempre, dejando atrás un estuche mudo, cómplice o atemorizado. Los discos copiados son los que se ejercitan con mayor frecuencia en este arte de la fuga. Sin embargo, tengo una copia de Die Kunst der Fuge que se porta bastante bien (aquí un platillo remata el chiste). Mis amigos más inteligentes invocan una conspiración de las disqueras. Rayos desintegradores secretos, cosas así. Obvio, no nos enteramos de nada porque el gobierno lo tiene todo bien oculto.

3. EL "ABRE FÁCIL" INVISIBLE
Es un abre fácil que se esconde en la mayoría de los paquetes del supermercado. En el queso, en el jamón, en los cereales. Permanece invisible hasta que uno ha desgarrado la envoltura por cualquier parte, usando los dientes, un cuchillo, o incluso un tenedor. Entonces sí, se muestra como si siempre hubiera estado ahí. Una tirita, un triangulito rojo.

4. EL TOMATE SR. VALDEMAR
Horroroso. Es como el Sr. Valdemar del cuento de Poe. Uno lo compra y lo mete en la heladera. Cada tanto, abre la heladera para sacar alguna cosa. Pasan los días. No se sabe cuándo exactamente muere el tomate, pero parece como si una fuerza misteriosa lo mantuviera intacto, bajo hipnosis, hasta el momento en que uno se acuerda de preparar una ensalada de tomate. Abre la heladera y el tomate se ha convertido, rápidamente, en una cosa podrida, asquerosa, fúngica, negruzca. También hay un tomate Sr. Lynch, que es el que parece sano hasta que lo agarrás para la ensalada y lo das vuelta. Entonces aparece su lado oscuro, su lado ominoso, su espejo.

5. OBJETOS NO INVITADOS
En Uruguay se dice "colados a la fiesta"; ignoro cómo se dice en México. También podrían llamarse objetos "ñoquis" (UY) o "aviadores" (MX). ¿Quién los invitó a mi casa? ¿Qué hacen? ¿Para qué sirven? No sirven para nada! Y sin embargo están ahí, captando la atención cada tanto, ocupando espacio. Por ejemplo, arriba de la heladera hay un paquete sin abrir de PLASTI-LOKA, plastilina epóxica. ¿Qué hace ahí? Si yo no se cambiar ni una lamparita, ni arreglar un enchufe, ni cambiarle el cuerito a la canilla! Pero ahí está. Hay un florero vacío, que no se muestra mucho, pero tampoco se va. Por ahí vive un martillo, también. Ese sí, es flor de vivo.

2 oct. 2009

...y quien añade ciencia, añade dolor.

El experimento Asch, de la década de los '50, fácilmente replicable.

Si a un grupo le muestran dos líneas de distinta longitud, y todo el grupo dice que las líneas son iguales, el sujeto experimental va a terminar diciendo que son iguales, aunque las vea distintas. Huímos del rechazo del grupo, buscamos la aceptación, y faltamos a la verdad más evidente con tal de no disonar.




El experimento Milgram de 1963, replicado numerosas veces.

Las personas suelen obedecer a alguien investido de autoridad, incluso al punto de actuar de forma que causen extremo dolor físico o la muerte a otra persona. Difieren la responsabilidad en quien da las órdenes. Dudan, preguntan, sufren, pero en su mayoría actúan como se les dice.




El "experimento" de la "prisión de Stanford" de 1971, difícilmente replicable.

Las personas actúan de acuerdo a la situación y al rol que se les asigna, no en función de sus creencias o valores. Una vez que se define la situación, se les da una tarea, y se les dan ciertas atribuciones, algunas personas son capaces de infligir grandes dosis de sufrimiento a otros, con sadismo manifiesto. Los "guardias" de la prisión que no se mostraron sádicos, tampoco hicieron nada para evitar el sadismo de otros. Los "prisioneros" asumieron sus roles de tales, aceptando cualquier tipo de humillaciones, e incluso negándose a dejar de participar. El experimento estaba programado para dos semanas pero tudiveron que suspenderlo al sexto día. El propio investigador no veía el sufrimiento de los "prisioneros". Los chicos que participaron en estos experimentos eran universitarios, clase media alta.







CONCLUSIONES:

1. tiempo necesario para que neguemos la verdad más evidente: 2'
2. requisitos para que torturemos a alguien hasta la muerte: a) recibir una orden; b) que nos digan que no es para tanto; c) que nos digan que es por una causa buena
3. tiempo necesario para que desaparezcan toda civilización y compasión: 3 días