28 feb. 2009

La eterna despedida


En el post pasado mencioné de paso la teoría del eterno retorno. Que no es en realidad una teoría, pero no importa. Todos conocemos las bases de este asunto: si el tiempo es infinito, todo lo posible sucederá. Todo, incluso la repetición infinita de todo lo posible. Incluso la repetición infinita de la misma secuencia exacta de eventos. En algún momento volveremos a nacer, y la sucesión de causas y efectos nos llevará a nosotros, y al universo entero, a recorrer una y otra vez el mismo camino.

Creo que la teoría del eterno retorno es compatible incluso con la de un universo caótico. En un universo caótico es difícil o imposible predecir qué acontecimientos seguirán a otros. No importa, porque el infinito contiene todas las combinaciones posibles infinita cantidad de veces.

Pero hay una fricción entre esta esperanza y lo que hoy sabemos - lo que hoy otros saben - respecto de los futuros eventuales del universo.

Aceptemos, por un momento, que fuera verdad ese sustituto secular del Génesis que es el Big Bang, y partamos de ahí.

En mi opinión, el eterno retorno sólo es compatible con la teoría del futuro "Big Crunch" (nombres nacos que usan los gringos para hablar de cosas serias, haciendo gala de una campechanía que no poseen en cuestiones sexuales, por ejemplo, pero ese es tema para otro post). Me refiero al postulado de que en el futuro, la atracción gravitacional ocasionada por la masa de toda la materia del universo, será suficiente para frenar y revertir la expansión actual - no sé si saben eso: el universo se está expandiendo; todo se aleja de todo - , haciendo colapsar el universo entero en un único punto sin espacio, ni tiempo, donde ya no regiría ninguna de las leyes conocidas de la física. Este punto, con algunas restricciones, podría dar lugar a un nuevo Big Bang, para satisfacción de Nietzsche y de todos los que lo volveremos a leer, sin saber que lo volvemos a leer y sin saber que lo hemos leído antes infinitas veces.

Pero para que este futuro tenga lugar se necesitan condiciones especiales: la masa total del universo tiene que superar un valor crítico, suficiente para detener su aceleración. Si la masa del universo es igual o inferior a este valor crítico, la aceleración no se detendrá. El universo se seguirá separando indefinidamente, sea a una velocidad creciente - las mediciones actuales indican esto - , constante, o asintóticamente decreciente.

Esta separación no sólo será un alejamiento de las galaxias. Será, eventualmente, una desintegración de todos los elementos que componen el universo. La fuerza gravitacional que mantiene unidos a los planetas se consumirá, lo mismo que la fuerza electromagnética que mantiene unidos a los átomos. El universo se enfriará, la energía se disipará irremisiblemente - de acuerdo con la Segunda Ley de la Termodinámica -, y todas las partículas se disgregarán en un proceso irreversible.

Todas las estrellas se apagarán y desintegrarán. Prácticamente toda la materia perderá su estructura. En un momento sólo quedarán agujeros negros, pero después también éstos desaparecerán. Esto puede suceder en algo así como 10 (a la 100) años. El frío será indecible. Algunos de los átomos remanentes en este período tendrán electrones de órbitas cercanas al tamaño del universo actual. Tal expansión continuará por siempre.

Hay quienes postulan que el universo podría, entonces, experimentar una "transición de fase" y convertirse en vacío total. Malas noticias para Nietzsche.

Hay quienes, más perspicaces o tal vez desesperados, postulan que nuestro desconocimiento de las leyes que operarán bajo esas condiciones - presumiblemente, las de la física cuántica - no nos permite descartar que, en algún momento, se produzcan condiciones similares a las del Big Bang. Se estima que el tiempo que debería pasar para que existan estas condiciones podría ser de 10 (a la 1056): un 10 seguido de 1056 ceros.

La esperanza nunca fue una palabra tan larga.

26 feb. 2009

Creo haberlo escrito antes

A veces intuyo que el paso del tiempo es ilusorio. Que, de alguna manera, todos los momentos pasados siguen existiendo. Todos los segundos vividos están ocurriendo eternamente.

Creemos vivir en el presente, en esa hoja de filo inacabable e insignificante, pero esta certeza sensorial no es menos absurda que mi hipótesis. El presente es un abismo infinito, y sólo nos sostenemos en él porque recordamos y anticipamos. Un tiempo así de frágil bien puede ser eliminado con un golpe de infancia.

Para mí es casi una certeza: hay lugares de los que nunca me iré. Hay ciertas cervezas que estoy bebiendo eternamente. Hay alguien que soy yo y quien, íntegro e inmerso en su presente, bordea un río Sena mientras cae una tarde, o habita ciertas camas y pretende ignorar que amanece.

Si somos exigentes, el yo del aquí y ahora no es nada. No somos otra cosa que el pasado. Esta sensación de que los mejores momentos de mi vida, y también los peores, siguen existiendo, logra hacerme sonreír. No necesito el eterno retorno.

Pero tambien estoy casi seguro de otra cosa: estos momentos, y todos los momentos - incluso este, en el que escribo - me son, me serán, inaccesibles para siempre.

25 feb. 2009

el pez de cabeza transparente

es un pez muy triste

23 feb. 2009

Toda la noche estuve pensando en ella. No pude dormir. Los vecinos estaban de fiesta ; la música estaba altísima y hasta empezaron a golpear las paredes. Tuve que levantarme temprano para entrar a la oficina. La almohada estaba llena de pelos. Ya se me empiezan a notar más las entradas. Antes de entrar a bañarme, me pesé: 88 quilos. Me dolieron las rodillas cuando bajé las escaleras.

El metro estaba atestado. Yo aún así seguía pensando en ella, sudando con gotas gruesas que me caían por el cuello y me manchaban toda la camisa. Llegué al trabajo completamente empapado, como si estuviera lloviendo, pero el sol quemaba. Casi no pude trabajar pero nadie se dio cuenta. La oficina está casi vacía.

Al volver en el metro me dolían mucho las piernas. Llegué a casa con los pies hinchados y los puse en agua caliente. Me pesé: 89 quilos y medio.

No cené. Soñé que venías a verme a mi casa y me dabas un beso. Luego yo me acercaba para darte otros y vos me esquivabas; fingías acercarte y a último momento sacabas la cara. También soñé con el Vaticano, con una nube de humo espeso y blanco que lo invadía como una catástrofe, mientras la gente huía despavorida. El Papa miraba, impasible, la desgracia desde su balcón, y cada tanto esbozaba una sonrisa de imbécil, negligente. Al final, el Papa también tenía que huir. Bajaba las escaleras sujetándose la sotana.

Traté de peinarme como para ocultar las entradas. La balanza marcó algo más de 91 quilos.

Mientras caminaba hacia el trabajo vi un perro que arrastraba las patas traseras y una señora con la cara completamente blanca, como un pescado. Cada vez me cuesta más subir las escaleras, y eso que no fumo. En la oficina mi jefe me llamó para reclamarme por algo que estaba sin hacer. Le dije que estaba esperando los informes de otras personas, que no dependía de mí. Mi jefe se había sacado los zapatos. A él también se le hinchan los pies, pero menos que a mí.

A la vuelta, una foto en el metro me hizo acordar a una de tus amigas. Cuando ya no puedo pensar en vos, pienso en ellas. Son tan lindas.

En la radio dijeron que iba a llover pero no se ve una sola nube. El calor es seco; yo transpiro mucho. No me quedan camisas limpias para llevar al trabajo mañana.

21 feb. 2009

La Llorona by Beirut

Hace tiempo que no se me caían unas lágrimas con un tema.

La banda es una banda de pueblo, de Teotitlán del Valle, Oaxaca.

19 feb. 2009

Una confusión cotidiana

Chateo con dos amigos.

Con uno de ellos (ventana derecha), comentamos una situación bastante triste. El otro (ventana izquierda) es un payaso y me hace chistes, a los que respondo en el mismo tono.

Paso rápidamente de una ventana a otra. Alterno, sin solución de continuidad, entre la consternación y la chabacanería. Mientras escribo una impresión dolorosa (ventana derecha), leo una nueva ocurrencia humorística (ventana izquierda). Mis dedos producen chacotas (ventana izquierda) mientras mis ojos presencian un drama (ventana derecha).

En ambas ventanas soy absolutamente sincero.

¿Coexisten separados esos dos sentimientos, o se funden en una emoción nueva? ¿Soy, al mismo tiempo, pesadumbre y exaltación? ¿Cómo se llama este sentimiento?

O tal vez resulte que en realidad no contengo ninguna de esas emociones. Toda emoción es una máscara, y para ver a través de ellas, las máscaras tienen que tener los ojos vacíos. Todas las emociones podrían haber sido reducidas, consumidas, arrinconadas por una expansiva horda de nada.


18 feb. 2009

Jimmy Corrigan

Acabo de entrar al blog de Liniers y me entero de que existe un dibujante que se llama Chris Ware que tiene un cómic muy famoso que se llama Jimmy Corrigan, y que empezó a aparecer por el 2000 y dio vuelta a mucha gente. Es MUY interesante. No conozco nada de historietas así que todo me sorprende. Subo una cosa que me impactó. Juzguen.

Como dice alguien por ahí: recomiendo hacer click para agrandar.



17 feb. 2009

Diario de la crisis (I)

Descubrí que los sobrecitos de té se pueden usar dos veces.

Mejor dicho, lo redescubrí, porque esto ya lo había aprendido de niño, en mi casa. Mi familia siempre fue muy ahorrar.

Dejé de tomar café hace una semana, por problemas de irritación. Ahora tomo té de manzanilla y té verde, pero la verdad es que este último tiene gusto a poco. Es un haiku del té.

...


Hace unas semanas, Juan se equivocó con la compra de un vino. Era un vino argentino, de 100 pesos, "Altas Cumbres". Resultó malísimo y supimos que no lo compraríamos nunca más.

A la semana siguiente fui al super, me puse a mirar vinos, y el Altas Cumbres estaba a 120 pesos.

La semana pasada estaba a 125.

Nos pasamos a los chilenos, pero el Casillero del Diablo, que salía 130 el año pasado, está a 150. Del otro lado, el Concha y Toro, que salía 60, está como a 75. Y no es bueno.

Es recomendable el León de Tarapacá, que no es malo y ha mantenido su precio más o menos en los 70 pesos.

Por suerte dejé de tomar. Este es también un diario de la crisis intestinal.

15 feb. 2009

3.13 am

Vivir es esperar.

O: la vida es una sucesión de decepciones.

La mayor parte de lo que esperamos de la vida, no llega nunca. Las vacaciones nunca son tan divertidas como las imaginábamos. El auto nuevo no es tan cómodo como esperábamos. Aprontarse para hacer el asado siempre es más rico que comerlo.

La vida es más domingo que viernes.

Hasta en esto, sin embargo, puede encontrarse consuelo.

Por ejemplo, uno imagina formas horribles de morir. Tortura; hoguera; caída desde un edificio alto; ahogamiento; el anónimo empujón bajo el metro. Pero existe la posibilidad de que estas muertes no sean tan horribles, después de todo.

Si nada resulta tan bueno como parece, lo mismo debería suceder con lo terrible. Tal vez, antes de morir, comprobaríamos que el momento no es tan amargo como creíamos, aunque fuera amarguísimo. La realidad difícilmente supera a la imaginación. Incluso podríamos sentir alivio. La concreción de los fantasmas los despoja del encanto y el horror.

Hasta una forma de morir puede decepcionarnos.

12 feb. 2009

Al borde de la demencia

Justo hace un momento miré para la ventana de enfrente y me pareció que mi vecino me estaba filmando. No conozco a mi vecino. Las cortinas de la casa están siempre cerradas. Sólo a veces veo una silueta, como ahora, porque tiene la luz prendida. Me pareció ver, como dije, el brillo del lente de una cámara. Miré un poco mejor y me dí cuenta de que era el brillo de los anteojos de mi vecino. Ahora se me ocurre que estoy un poco paranoico. El hecho es que el tipo no me miraba a mí, estaba mirando para otro lado y tirando de algo como una cuerda. Ahora escucho cómo clava un clavo. Es todo un sicópata.

Otra cosa rara que me pasa es que me presentan a alguien, a quien obviamente no conozco, y a los pocos minutos de interactuar con él /ella ya le veo cara conocida. Pero no conocida de hace unos minutos, sino de mucho antes. La impresión es tan fuerte que (esto es tal vez lo más alarmante) muchas veces no puedo evitar preguntarle si no nos hemos visto antes.

Hoy tuve una entrevista con una chica a quien probablemente contrate para una investigación que estoy haciendo. Este tipo de entrevistas son extrañas: siempre hay un momento donde me veo desde fuera; veo toda la situación desde fuera. A veces esto dura TODA la entrevista. Eso no sería problema si no me imaginara que la otra persona también está en la misma situación, tratando de fingir seriedad, cuando en realidad se siente como un muñeco. Pensar en eso me pone al borde de la risa, y entonces tengo que esbozar una sonrisa como para descargar la tentación de a poco. A veces la sonrisa no queda muy fuera de lugar, pero otras veces sí.

También me pasó, en esta entrevista, que la chica a veces enrojecía un poco. Tal vez enrojeció sólo una vez, y después la piel volvió al color normal. Pero a mi me empezó a parecer que la cara cambiaba todo el tiempo de color, como si fuera un termómetro de algo, tal vez de su estado de ánimo. Recuerdo la entrevista y no puedo decir exactamente de qué color era la cara de la chica. Un poco marroncita.

8 feb. 2009

Reformas

La relación que uno tiene con su casa es parecida a la que tiene con su vida. Cuando llegás a una casa vacía, pensás en cómo la vas a decorar, en los muebles que le vas a poner, en los adornitos, en cómo te vas a sentar a ver la tele, en todos los lugares donde podés hacer el amor, etc. Después vas más o menos comprando las cosas en las que pensaste, si las encontrás y si te da la plata. No encontrás todo, te conformás con algunas cosas, y encima la gente te regala adornos que no son los que habías pensado y los terminás poniendo. Después empezás a vivir y llega el desorden, la ropa tirada, las cajas de CD vacías, un jarrón que no sabés de dónde lo sacaste o si estaba ahí antes de que llegaras. En un momento te encontrás con una casa en la que no estás viviendo muy cómodo. Si de verdad te molesta eso, te ponés los guantes, organizás una limpieza, sacás todo lo que podés para afuera, incluidas montañas de fotocopias, y la casa queda hermosa. Ahora sí vas a poder empezar a vivir cómodo, a respirar, a bailar. Y de a poco, sin que te des cuenta, empieza todo de nuevo.

Tener una casa es combatir esa entropía de tejidos y materia inerte que se va enredando en los pies. Vivir es igual. Cuando empieza el año, cuando están por terminar las vacaciones, uno hace planes. Incluso llega a concretar algunos. Dejás de ver la tele, te levantás a hacer ejercicio, te acostás temprano, leés más, y no decís que sí cuando querés decir que no. Pero de a poco te gana el cansancio, la comodidad, y tu vida se llena de esa cantidad de cerveza tibia y sin espuma. Al tiempo te encontrás viviendo una vida que no querés, llena de jarrones y portalápices que te regalaron.

Hay objetos en la casa que no usamos, que ni siquiera vemos, pero que tampoco nos animamos a tirar. No sabemos por qué. El amor muchas veces se transforma en ese amor.

4 feb. 2009

eventos


Hace días que quiero ver Cronos, pero no tengo tiempo.

Leí un cuento de mi padre y le envié 20 correcciones.

Ayer vino una amiga de Male a casa. Nos mostró alguna ropa de danza que vende. Se sentó a hablar de su nuevo amor, sin interrupciones, durante 20 minutos. Después, se fue.

Estuve en Michoacán, en el campo, supervisando un levantamiento de datos. También estuve en la ciudad. La mayoría de las casas de la ciudad estaban vacías.

En una casa, nos contestó un niño (o una niña) por el intercomunicador. Nos dijo que sus padres no estaban, pero que le iba a preguntar a los abuelos para que abrieran la puerta. Al rato de esperar volvimos a tocar, y el niño (o niña) contestó, pero llorando, asustadísimo. Tenía la voz llena de lágrimas. Nos confesó que estaba solo, que en realidad sus padres estaban en Chicago, y que sus abuelos habían salido. Que no sabía dónde estaban. Él mismo nos dijo que estaba muy asustado. La encuestadora le empezó a decir que no se preocupara, tratando de calmarlo. Justo en ese momento llegaron los abuelos, que tendrían cerca de 50 años. Habían salido a tirar la basura. Se reían del niño.

La encuestadora comenzó a entrevistar al abuelo, un señor de bigotes, recostado contra la puerta. Cada tanto, un niño (tal vez otro, porque la voz era distinta) levantaba el intercomunicador. Y llamaba a alguien, no muy fuerte:

- Ernesto...! Ernestooo...! - esperaba un poco - Ernestoooo...

- No está aquí - contestaba el abuelo, interrumpiendo la entrevista.

- Ernestoooo...