31 may. 2008
nocturno con luz amarilla
Me la imaginaba diferente. A decir verdad, estoy un poco decepcionado. Es una construcción pequeña, casi diminuta. De paredes lisas y descascaradas, está pobremente iluminada por unos pocos faroles a mantilla.
Miro hacia el techo, que no está a más de cuatro o cinco metros de altura, y no obstante los frescos de Miguel Ángel se ven demasiado pequeños, borrosos, e incompletos. Toda la pintura se está cayendo, y los personajes aparecen mutilados. Parecen los dibujos torpes de un mal retratista del siglo XVIII.
Ni siquiera puedo encontrar una posición cómoda para ver las pinturas, dado que en el suelo de la capilla y contra las paredes se acumulan objetos, frágiles andamios, baldes con mezcla o con pintura de paredes.
A decir verdad, ya tenía que haberme ido.
Cerca de la puerta está sentado un pintor al que conozco de vista. Intenta terminar un retrato a la luz mezquina de un farol. Detrás de él está la puerta que da a la noche. A mi derecha hay una pareja de señoras ya entradas en años, que juegan con la garrafa de gas de otro farol. Una de las señoras abre la válvula, y la otra aspira el gas con la boca. Está completamente drogada y se ríe como un caballo.
29 may. 2008
Paseo en el bosque
las montañas flotan en la niebla,
el viento sopla, levantando formas de vidrio centelleantes
de sol y de agua.
Y a lo lejos, por las lindes de una catedral que vibra, suspendida,
va Francisco, salvador de los asnos,
atravesando un puente, tejido de luz y lluvia,
con una hiena en sus brazos.
EEVA-LIISA MANNER
27 may. 2008
noche calurosa
25 may. 2008
Recuerdos
Es mentira, ya lo sabemos. Eso tampoco te lo llevás.
Pero seamos menos inflexibles y pensemos en los viejitos, en los últimos años ideales, llenos de recuerdos gratos, de buenos momentos vividos, etc. Ese modelo.
Hay quienes dicen que haber tenido una juventud hermosa es la peor tortura en la vejez. Yo no sería tan drástico, pero se me ocurre que si uno es viejo y está solo, los recuerdos no valen de nada. Estar lleno de recuerdos y no poder compartirlos es vivir rodeado de fantasmas.
Para eso es importante conservar a los amigos de la juventud. No se puede recordar si no es con otro: ahí podemos hasta volver a vivir nuestros recuerdos, explorarlos, corregirlos.
De otra forma, es imposible saber qué vivimos y qué imaginamos, qué mujeres nos quisieron y cuáles nunca nos miraron.
Y los viejos siempre, siempre se quedan sin amigos.
20 may. 2008
linchamiento
El jueves siguiente se dormirán todos los niños
El jueves siguiente la sombra de la gente se hará pesada
Y al otro jueves te comerán los perros
Mira esa muchachita de campera roja
Vamos a pegarle y a sacarle fotos
Vamos a pegarle otra vez y a sacarle la ropa
Otra vez mientras se llena de tierra y llora
Otra vez mientras se pone cada vez más roja
Vamos a reventarle la cabeza y a sacarle fotos
Vamos a reventarle otra vez la cabeza hasta que se quede quieta
Vamos a sacarle fotos cada vez más de cerca
Hoy vi un hombre tirado en la calle y seguí de largo
Pasé un rato después y el hombre estaba sentado mirando al vacío
Le pregunté “señor está usted bien” y no me contestó
Le pregunté “señor está usted bien” y sólo me miraba
Así que seguí de largo otra vez
¿Qué tendría que haber hecho?
15 may. 2008
imprecisión del lenguaje
Veo una mujer de espaldas en la calle, miro su cuello delicado y la imagino hermosa, caprichosa y noble. Es una acción sólida, no divisible, y sin embargo no hay un verbo que la comprenda.
Qué verbo se podría usar para esa mezcla única de lástima, amor y perdón que se siente sólo a veces, y sin ningún arrebato místico, por todos y cada uno de los que viajan en el ómnibus conmigo.
O por qué no tenemos un verbo que describa exactamente el tener miedo de los propios recuerdos, o mejor dicho, el tener miedo de ponerse a recordar.
13 may. 2008
el último día, otra vez
A pesar de que es mi despedida, estoy la mayor parte del tiempo solo o con gente que no conozco. Mis amigos me esperan para comer y yo me demoro, no se por qué no voy. Mi padre me está esperando para hacer algo y tampoco llego a verlo. Corro por un declive en el campo, tropiezo y caigo, pero me levanto y sigo corriendo, para alcanzar a mis amigos. Al llegar al restaurante donde me esperan (o donde me esperaban, porque ya no se si están ahí), el cocinero me pide que por favor le ayude a llevar una bandeja llena de comida hasta el piso de arriba. Pero soy muy torpe, la escalera es muy estrecha y da vueltas, así que se me termina cayendo toda la comida. Nunca veo a mis amigos.

Luego estoy en mi casa con mi familia. Es de noche y sucede algo extraño. Un murciélago, un vampiro más exactamente, revolotea fuera de la casa e intenta entrar, golpeando los vidrios. Está ávido de sangre. No tiene ojos. Finalmente logra entrar y se arroja sobre nosotros, pero actuamos con tranquilidad. Cuando me alcanza, siento sus garras como anzuelos en mi cabeza, pero logro atraparlo por el cuello, para mirar su cara sin ojos.
Mi abuelo tiene mucho miedo de morir del corazón. Se ve muy saludable, pero no puede sacarse esa idea de la cabeza. Me comenta que le duele todo el tiempo el brazo izquierdo y el pecho, con resignación pero también con terror. Yo le digo que se despreocupe, que está todo en su cabeza. Tiene un ataque de pánico del que luego se recupera. Me duele mucho verlo así. Pero sé que tengo que irme.
El murciélago se ha quedado dentro de la casa, aunque ahora ha cambiado. Es mucho más grande que antes, casi del tamaño de un perro, y tiene ojos. Su cara de animal es horrenda, deforme, pero no amenazante. Ya no quiere nuestra sangre. Está débil, en el piso, sosteniéndose sobre sus alas. Casi no puede moverse y respira con dificultad. Es como si algo, una enfermedad, o alguien, un perro, lo hubieran atacado. Está húmedo; el pelo de su cuerpo está pegoteado, como con sangre. Nos mira con tristeza, inclinando la cabeza y balanceándose apenas hacia los lados.

10 may. 2008
refutando milagritos
Me encantaría que existiera, por ejemplo, alguna prueba concreta de la existencia de los fantasmas (sin contar la irrefutable existencia de un servidor), de la telepatía, la telekinesis, los ovnis, el punto G, la bondad de la gente, la energía que te cura el cáncer, o del propio Michael Jackson.
Pero me revienta la gente que ve milagros en todos lados. La gente que niega las casualidades y habla de causalidades (cursiveando la palabra, como sugiriendo que son más listos que nosotros, cuando en realidad saben bien poco, igual que nosotros). La gente que dice que todo es por algo, como si en el futuro estuviera la causa del presente. La gente que teme que el mundo no tenga mucho más sentido que éste que le damos nosotros: un día estás cruzando la calle, un tipo conduce hablando por celular, choca con otro auto y ese segundo auto vuelca encima tuyo. Chau, se terminó.
Como decía, me choca la gente que quiere explicar todos los misterios apelando a entidades como los ángeles, la energía o ciertas conexiones suprasensoriales.
Yo no soy tan imbécil como para decir que todo es casualidad. Si soñás que tu madre tuvo un accidente y esa misma noche tu madre tiene un accidente, bueno, yo qué se. Pero prefiero, como decía, mantener el misterio. No lo cambio por explicaciones baratas.
Todo esto no es sino una introducción para una cosa muy extraña que me pasó hoy mientras estudiaba. Había impreso unos pdf y los estaba leyendo. En eso, al llegar a cierta hoja, veo que estaba escrita con mi letra, en tinta negra. Eran unas palabras sueltas, una suerte de apuntes, hechos con mi letra inconfundible, en forma transversal al texto que estaba leyendo. No eran anotaciones al texto, sino notas hechas al pasar. Pero yo no recordaba haberlas hecho. In fact, era la primera vez que abría esas impresiones.
El mundo se tambaleó un poco. El mío, por lo menos. Logré descifrar las palabras y ví que tenían que ver con una reunión en la que había estado dos semanas antes. Sin embargo, no comprendía cómo habían llegado allí. Estuve a punto de creer que lo que yo había pensado en la reunión se había escrito en estas hojas en forma de apunte. O que apuntes que yo había tomado en otra hoja, habían venido a parar a ésta, mediante una suerte de metempsicosis gráfica...
¿Pero por qué suponía que eran hojas diferentes? Por gil, obviamente. En ese momento recordé que, mientras imprimía los pdf, me había quedado sin hojas y agarré un par de hojitas sueltas que estaban sobre mi escritorio, sin mirar si tenían algo escrito o no. Había reciclado, sin darme cuenta, la hojita con los apuntes olvidados (la reunión había sido aburridísima, un verdadero embole), y ahora me la encontraba. Lo que parecía impreso "debajo", en realidad había sido impreso "arriba".
Sonreí con satisfacción. Dios seguía muerto.
pensamiento suelto i
Creo que a mucha gente le pasa igual, pero ¿por qué sólo con la música? Me refiero a cuando la música te queda en la cabeza y no te la podés sacar. Una y otra vez se repite, con increíble fidelidad y precisión, una canción, no importa si es buena o mala, inteligente o pelotuda. O peor aún, un pasaje breve, apenas dos compases, interminablemente. Uno quiere pensar en otra cosa y sin embargo la musiquita sigue ahí. Incluso le quiere poner otra música arriba, desplazarla, sustituirla, pero es imposible. Queda con dos melodías en la cabeza, y triunfa siempre la primera.
Llamar a eso "memoria" sería un acto de increíble ingenuidad o perversión. Hasta donde yo se, hay dos explicaciones posibles.
Una nos dice que el recuerdo consiste en la activación de ciertos "caminos" neuronales; esta amenaza de locura sería algo así como un disco neuronal rayado, la activación involuntaria de esos "caminos". Esta es una explicación racionalista. Queda sin explicar aún por qué este fenómeno se da en ciertos momentos y no en otros, o cuál es la razón para que se detenga sin que nos demos cuenta. O por qué pasa con la música y no, por ejemplo, con una moneda, como le pasó a Borges.
La otra explicación, más interesante, es que sólo la música es real, y nosotros no. Así de claro. La música no está dentro de nosotros, sino que nosotros estamos dentro de ella.
Claro que esto no explica nada de lo que la ciencia deja sin explicar. Pero bueno, podemos apelar a una versión diferente del principio de parsimonia: entre dos explicaciones igualmente ineficaces, elegir siempre la más bella.
En una esquina, la Navaja de Occam. En la otra, la Daga del Fantasma.
9 may. 2008
ipod
es un objeto peligroso
cuando vas en el ómnibus, mirando para afuera, con la música, todo está bien
pero hoy fui al super, por ejemplo, y estaba lleno de gente, supongo que por esta absurdidez o absurditud del día oficial de la madre; creo que nunca había visto tanta gente en el super; simplemente no se podía manejar el carrito, había que arrastrarlo, levantarlo de un lado, para poder acomodarse entre la gente con otros carritos, los carritos de los bebés, los niños tambaleantes, las personas apuradas
y yo escuchando placebo y después belle and sebastian, todo el mundo me pechaba; la mujer de la panadería me preguntó "papel o plástico" y no le entendí; la gente me pedía permiso y no la oía; me pedían perdón y no los oía; no sabía si la gente me miraba o no; di 330 vueltas para encontrar lo que buscaba; nunca pude encontrar la caja de puré que quería, y eso que pregunté y me dijeron "pasillo 2, abajo"
no se por qué no me saqué el ipod
después me fui al video a sacar un video, y ahí me di cuenta de que si no me sacaba el aparato me iba a volver loco, tan sencillo como eso; estaba saliendo de la realidad; era como estar dos metros sobre el piso: se puede sentir bien, pero uno no puede interactuar cómodo con la gente, no puede ver los videos, no encuentra nada; es como si la música te envolviera, pero no para contextualizar, ilustrar la situación que estás viviendo, sino para impedirte que la vivas; es una música celosa, tiránica
así que me saqué los audífonos y fue increíble; no el silencio, sino los ruidos habituales, aburridos, amortiguados, de siempre
fue como encontrarse a algunos amigos en un país extranjero
8 may. 2008
5 may. 2008
Algunos de mis días del año pasado

Me despertaba, aunque no del todo, boca abajo. Antes de abrir los ojos, antes de poder decir "awake", era consciente de mi oreja, pegada contra el colchón de resortes, escuchando mi corazón. Lo siguiente que hacía era tocarme la yugular para chequear el ritmo cardíaco. Por lo general estaba acelerado. Debía estar en 55-60, que son mis pulsaciones normales, pero andaba por los 90.
Me levantaba resignado. Un cuarto de lexotán.
En esos días tendía la cama. Al menor movimiento ya sentía un dolorcito a la altura del pecho, en el lado izquierdo. Sabía que ese dolor me acompañaría durante todo el día o, con suerte, se iría durante algunas horas.
Desayunaba té con leche, entre suspiros. Para no tomar café y no incrementar las probabilidades de arritmia. La cafeína, ya se sabe. Ya sabía que, de todas formas, durante el día iba a sentir varias veces esa sensación de que el corazón se olvidó de un latido. Era obligatorio llevar un lexotán en el bolsillo.
Al llegar al trabajo tengo que subir una pequeña elevación del terreno. Llegaba sofocado, temblando.
En el trabajo estaba mucho tiempo sentado. A veces empezaba a senir frío en las extremidades, sobre todo en las piernas, pero también en el brazo izquierdo. Pensaba en problemas de circulación.
Iba a reuniones, hablaba, me ponía tenso, y empezaba a sentir un dolor en todo el pecho. Era muy frecuente que sintiera todo tipo de dolores a lo largo del brazo izquierdo, en la muñeca, en la punta de los dedos, y hasta en la espalda. Pinchazos, quemazón, contracturas. A veces tenía que salir a tomar un lexotán y tomar algo de aire. Mientras el lexotán se disuelve bajo la lengua uno no puede hablar.
También eran frecuentes las parestesias, miembros que se quedan dormidos tan sólo con flexionarlos un poco. Cruzar la piernas: parestesia. Apoyarse en un brazo: parestesia.
Durante casi todo el día era consciente de los latidos del corazón. Los sentía en el cuello y en el pecho, sobre todo en el pecho, como si golpeara al doble de su fuerza. Como haciendo un esfuerzo supremo. En ocasiones también sentía algo que interpretaba como el correr de la sangre, una sensación de roce, de algo que corre a gran presión. Cada tanto me tomaba las pulsaciones, fuera en la muñeca o en la yugular. A veces también me bastaba ponerme la mano contra las costillas del lado izquierdo.
Al salir tenía que subir un puente peatonal para cruzar la calle. Llegaba al final de las escaleras sofocado. Cualquier esfuerzo me ponía en un estado de tensión y expectativa. No faltaban algunos mareos y sensación de rigidez en la nuca y las mandíbulas.
El ómnibus de vuelta también podía ser complicado. Tan lleno de gente, tan poco espacio, tan a merced de todo.
Al llegar a casa encontraba cierta tranquilidad. De vez en cuando me ponía dos dedos sobre la yugular, nada más. Antes de ir a acostarme me tomaba medio lexotán.
Esos eran los días buenos.
3 may. 2008
el blog, lo público y lo privado
Interesante fenómeno, esto del blog.
(Hay gente que dice "la" blog, o "una" blog, pero se supone que "log" quiere decir "diario", que es masculino, así que "el" blog)
Digo interesante en términos de redefinir las fronteras de lo público y lo privado.
En la modernidad, lo privado era el ámbito de la familia y, si los había, de los amigos. Lo público abarcaba sobre todo la esfera política. La diferencia entre ambos terrenos estaba muy clara. Lo que se podía y no se podía hacer en cada uno, también.
El único terreno especial, frontera difusa, era el arte. Pero el arte, como manifestación pública de aspectos privados, estaba reservado a algunos privilegiados. Para el resto de poetas frustrados, el arte nunca se mostraba o a lo sumo alcanzaba a algún amigo compasivo.
Ahora el blog ha venido a cambiar eso. O eso ya cambió, y el blog le ha venido a dar un canal de expresión. Me refiero a que en la actualidad ya no hay reglas que nos digan qué podemos y qué no podemos decir de nosotros mismos en público. La profundización del individualismo nos ha hecho más seguros, más francos para mostrar nuestras debilidades o nuestros orgullitos.
Claro que el público real del blog es limitado, pero potencialmente es infinito, y eso es casi lo que uno quiere. En todo caso, ya no se reduce a un círculo de amistades con quienes tenemos una relación de confianza o confidencialidad. Al contrario, lo que nos interesa es que nuestra intimidad sea ventilada.
Obviamente, no es toda nuestra intimidad. No contamos TODO en el blog, a menos que estemos en un extremo emocional. Lo contaríamos todo si fuésemos completamente anónimos, y en ese sentido seguimos acusando la vieja división moderna entre público y privado. Cuanto menos anónimos somos, menos contamos.
Yo, por ejemplo, a veces siento que necesitaría otro blog para decir ciertas cosas que tengo ganas de decir, pero que no puedo por culpa de las tres personas que entran a mi blog y que ya me conocen.
O sea, posmodernos, pero no tanto. No obstante, creo que vamos en camino de transparentar cada vez más de nosotros mismos, lo que muestra que somos cada vez más fuertes. No se trata, sin embargo, de la casa de cristal de Breton, infierno de la burguesía, donde todo está expuesto. Al contrario, creo que cuanto más decimos de nosotros mismos, más protegemos el núcleo fundamental, inviolable, de nuestra verdadera intimidad. Somos más que lo que decimos de nosotros, y cuanto más digamos, menos somos eso que decimos.
La intimidad total, la sinceridad absoluta, la recuperación de una comunidad plena de confianza, son las extenuantes utopías de nuestro tiempo. O por lo menos, lo fueron a finales del siglo XX. Para mi, ese camino no tiene futuro. El auge del blog nos está mostrando qué poco que nos satisface la comunidad fraternal: cómo necesitamos, para construirnos como individuos, mucho más que el abrazo y la mirada comprensiva de los de siempre. Cómo necesitamos a los extraños, y a las máscaras de nosotros mismos, para conocernos un poco mejor.