30 abr. 2007

El reblandecimiento de la exigencia estética


Es claro que antes le exigíamos más a la música. [Me importa poco, ahora, si se trata de un problema generacional o si es efecto de mi propia vejez, solamente] Antes le pedíamos que nos cuestionara, incluso le permitíamos ser desagradable y nos gustaba. Tenía que haber un mensaje total en el fondo, no necesariamente político, pero sí total. Ahora sólo le pedimos que nos conmueva, y aceptamos aunque sea una conmoción leve, un dejarse llevar de la mano por una buena melodía, por una voz suave. En los dos casos, de todos modos, siempre nos conquista la ilusión de ser otros. Escuchamos música para creer que somos más parecidos a lo que queremos ser.

De lo que no estoy seguro es de si ahora también exigimos menos a los músicos. Creo que antes un grupo o un autor estaban obligados a cometer un número más o menos importante de buenos temas para ser apreciados. Más me atrevería a decir: tenían que tener discos buenos en su totalidad, y más discos buenos que malos. Ahora no estoy seguro, creo que podemos atender, aplaudir, incluso admirar, a un grupo por un par de buenas canciones. Es decir, alcanza con un poco de suerte, con la casualidad, para acceder al reconocimiento.

Ella

Desde adolescente viví con la esperanza de encontrar un disco que fuera perfecto. He supuesto o intuido la perfección en muchos discos antes de escucharlos. Algunos los pude comprar y la desilusión llegó casi enseguida. Pero muchos no pude comprarlos y el latido estuvo siempre ahí. Aunque no estuviera referido a ningún disco en especial. Era el latido, la posibilidad de encontrarlo algún día, el premio inmerecido. Con los años me pasó algo parecido con las películas. Siempre creía en una película que no había visto, que tenía todo lo necesario y más, que podía darme otra vida para siempre. No era una esperanza sino una realidad; sólo tenía que encontrarla. A veces tuve más suerte que con los discos; hubo películas de las cuales no salí igual, o que con el tiempo fueron cambiándome y mucho. También hubo discos que lo hicieron, pero en ese momento no me daba cuenta (creo que es lo mejor que pudo haber pasado, no hay nada más sospechoso que la persona que es capaz de contemplar su propio éxtasis). De las películas sí me di cuenta, en su mayoría. Pero todas, sin excepción, se terminaron. Y me doy cuenta de que lo que estoy buscando siempre es una película perfecta, que no se termine. Un disco que me saque de acá y no me permita volver nunca, tal vez alguna vez, sólo para contemplar con nostalgia el vacío.
Lo que estoy buscando es a esa mujer o niña que aparece pocas veces en los sueños, cuatro o cinco, la niña por quien lloramos al despertar, y no podemos creer que el mundo esté tejido de tanto silencio.

El otro mundo de los egipcios


En el otro mundo de los egipcios, tal como se lo representó en los frescos, todos continuaban haciendo lo mismo que en la vida terrena. Los faraones gobernaban, los campesinos plantaban y cosechaban, los escribas escribían.
Me pregunto qué estarán dibujando, en esa otra vida, los pintores que representaban esa otra vida. Cuál será el cielo de ese cielo. ¿O pintarán, con nostalgia, sus actividades de la vida terrestre, como si fueran otras, más plenas?.
Tal vez no pueda pensar en otra vida quien está en la otra vida. Tal vez me sea imposible pensar en esto que ahora pienso cuando alcance la inmortalidad, esa copia del pigmento de nuestra miseria. ¿O tal vez sea ésta, nuestra miseria, la copia de aquélla, la que viene?
El lugar del observador no puede ser observado, dicen los que quieren hacer pasar tautologías por conocimiento. Mientras tanto, yo prefiero pensar que todos los dibujos son trazos de la nostalgia, y me pregunto a quién estarán embalsamando, en el cielo de Egipto, los embalsamadores.

Supuesto realismo de los videojuegos


No existe el realismo en los videojuegos. Es imposible.

Lo que la gente quiere es matar otra gente, matarla en serio.