
Es claro que antes le exigíamos más a la música. [Me importa poco, ahora, si se trata de un problema generacional o si es efecto de mi propia vejez, solamente] Antes le pedíamos que nos cuestionara, incluso le permitíamos ser desagradable y nos gustaba. Tenía que haber un mensaje total en el fondo, no necesariamente político, pero sí total. Ahora sólo le pedimos que nos conmueva, y aceptamos aunque sea una conmoción leve, un dejarse llevar de la mano por una buena melodía, por una voz suave. En los dos casos, de todos modos, siempre nos conquista la ilusión de ser otros. Escuchamos música para creer que somos más parecidos a lo que queremos ser.
De lo que no estoy seguro es de si ahora también exigimos menos a los músicos. Creo que antes un grupo o un autor estaban obligados a cometer un número más o menos importante de buenos temas para ser apreciados. Más me atrevería a decir: tenían que tener discos buenos en su totalidad, y más discos buenos que malos. Ahora no estoy seguro, creo que podemos atender, aplaudir, incluso admirar, a un grupo por un par de buenas canciones. Es decir, alcanza con un poco de suerte, con la casualidad, para acceder al reconocimiento.